El mexicano Octavio Irineo Paz Lozano fue un poeta, ensayista y diplomático, que obtuvo el Premio Cervantes en 1981 y el Premio Nobel de Literatura en 1990. Se le considera uno de los más influyentes autores del siglo XX y uno de los más grandes poetas de todos los tiempos.
Abordó la tauromaquia en varios de sus textos. Su visión de la fiesta brava se entrelaza con reflexiones sobre el arte, la muerte, la fiesta y la condición humana.
En su ensayo «Picasso: el cuerpo a cuerpo con la pintura» (1982). Estableció paralelismos entre la pintura y el toreo, destacando la fuerza y la tensión presentes en ambas expresiones artísticas.
En su máxima obra, «El laberinto de la soledad», abordó la cultura mexicana y la fiesta brava a la que se presenta como una expresión de la identidad nacional.
Consideró la tauromaquia como una representación de la muerte, pero también una celebración de la vida y de la confrontación con lo inevitable.
Su visión no era la de un aficionado, sino la de un intelectual que reconocía la importancia de la fiesta brava en la cultura y en la experiencia humana.
Reconoció la capacidad de la tauromaquia para inspirar a artistas de diversas disciplinas, desde pintores hasta poetas.
En la fotografía, Octavio Paz está acompañado del matador Silverio Pérez.